Frontera sin Ley
Mi recorrido
se inicia en el municipio García Hevia en un pueblito llamado boca de grita a
casi 100 kilómetros de san
Cristóbal. Llevo solo unas horas sobre
la línea fronteriza y de repente estoy parados frente a lo que parece ser una
mudanza gigantesca. Familias enteras, ante la crisis política, social y
económica, cruzan con sus maletas y enseres hacia Colombia esperando quedarse,
mientras los contrabandistas entran por ríos y trochas con todo cuanto pueden
sacar de Venezuela.
Queda la
sensación de que a Venezuela adentro la están
desmantelando; porque no solo salen del país víveres y combustible, también
rieles de tren, chatarra, instalaciones eléctricas, cobre, material de
señalización vial, animales en pie, avisos publicitarios, partes de autos,
maquinaria pesada y antigüedades, entre muchos otros, según el listado de
productos decomisados por las autoridades colombianas.
Con el
propósito de entender lo que está ocurriendo, decido entonces ir al lado
colombiano del Puerto Santander para comprar productos de primera necesidad y
tratar de saber lo que pasa con los uniformados Venezolanos.
Ya había intentado
cruzar hacia Colombia una vez, pero
renegaba de las filas y la alta temperatura, advierto que una mujer que
viene de regreso al lado venezolano fue separada del camino por los
uniformados venezolanos, revisados sus paquetes y antes de proseguir debió
pagarle a un hombre de baja estatura, barriga generosa, gruesas cadenas que le
cubren el cuello y una mochila en la que va depositando el ‘impuesto’.
Termino de
cruzar el puente y una vez en Colombia hago mi mercado exprés, en total llevo cuatro paquetes con harina
pan, azúcar, leche en polvo, arroz, elementos de aseo. Delante de mi caminan varias
personas con paquetes similares y reduzco la marcha porque quiero saber
exactamente lo que ocurre y de qué hablan los uniformados con la gente.
Mientras las demás personas se alejan, me quedo en el puente viendo las lanchas
que pasan de Venezuela a Colombia con víveres, ante los ojos de todo el mundo.
Sobre el
puente internacional, dos venezolanas intentan convencer a una colombiana de
que les pague algo más de los 70.000 pesos que les ofrece por su cabello. Pero
ante la crisis en Venezuela la oferta ha ido en aumento y eso disminuyó el
precio. El dinero que reciben, al cambio, son 175.000 bolívares, el equivalente
a cinco salarios mínimos mensuales de dos meses atrás.
Sin cabello,
pero con arroz, pañales y harina pan, una de ellas regresa a suelo venezolano. Me acerco para intentar hablarle, pero al
final del puente un hombre la aborda, tres miembros de la Guardia Nacional la
rodean y tras un diálogo de un par de minutos les entrega parte de su dinero
antes de internarse en Venezuela. Presumo que es una extorsión.
Poco después
el camino está despejado y caminamos como condenados directo al paredón. Desde
la distancia un soldado alto y lánguido me ve venir y de inmediato se para de
su silla, mientras el hombre de civil que los acompaña le quita el dinero a una
mujer que lleva con orgullo una camiseta con los colores de la bandera de
Venezuela.
Llega mi
turno. Llevo víveres con conmigo. Un soldado de la Guardia venezolana pregunta
cuánto pague por los víveres en Colombia y alerta a una sargento de que no llevo
facturas. Con un gesto la suboficial venezolana le cede el control de la
situación a un hombre vestido de civil y de acento colombiano sentado en medio
de ellos. Quienes visitan constantemente la frontera aseguran que hace parte de
una banda criminal
Parece una
escena del otro mundo. Tres militares de la Guardia Nacional (GNB) escoltan a
un hombre de civil, quien espera al final del Puente Internacional Unión para
extorsionar a quienes llegan con alimentos desde Colombia al municipio de Boca
de Grita, en el Estado Táchira.
Con una
mirada intimidante, un par de cadenas doradas que le cubren el cuello y sin
guardar el manojo de billetes que le acaba de entregar la última víctima, el
hombre pregunta a dónde voy y qué contienen los paquetes que traigo. Decide luego
que para seguir, tengo que darle dos mil bolívares por cada paquete, mientras
los oficiales de la Guardia Nacional permanecen al lado nuestro como simples
testigos notariales de la extorsión.
Por más de
dos minutos conté y reconté los 80 billetes que habré de entregarle para lograr
la suma exigida. En este punto de la frontera es escaso el billete de altas
denominaciones y todo gira en torno al de cien bolívares. Mientras tanto el
hombre se pone de pie y los guardias se ubican a los lados como armando un cinturón
de seguridad.
Las otras
personas que han debido cancelar la extorsión en el puesto militar aseguran que
la Guardia Nacional Bolivariana actúa junto con bandas criminales.
Con ocho mil
bolívares menos en el presupuesto, recojo los paquetes para seguir el camino;
mientras tanto ya los oficiales de la Guardia Nacional tienen retenida a la
próxima víctima. Convencido de que la situación había sido superada, continuo
el camino pero esta experiencia con los miembros de bandas criminales sobre el
paso internacional estaba lejos de terminar.
Extorsión en
dos actos
Cien metros
más delante de donde he pagado la extorsión a las bandas criminales, ya en
pleno centro de Boca de Grita, venezuela, no me he percatado, pero dos hombres
apostados junto al cuartel de la Policía aguarda mi llegada.
Desde unas
sillas plásticas en plena calle principal me hacen un llamado e intento explicarles que ya he pagado por el
paso de los productos sobre el puente al hombre que se hace acompañar por la
Guardia Nacional, pero es inútil.
“Si quiere
vamos hasta el puente nuevamente para que veas que ya he pagado por estos
paquetes”, insistí frente a los hombres, quienes me sorprenden aún más con su
respuesta. “Lo que pagaron allá es para la Guardia y para el Seniat (entidad
que recauda impuestos en Venezuela), lo que se paga aquí es lo de nosotros”,
dice uno de los hombres recostados sobre una silla y quien se niega a decir a
quién se refiere cuando habla de “nosotros”.
Se trata de
una extorsión en dos actos y ahora los hombres me exigen tres mil bolívares más
para pasar con las bolsas; todos saben que la cifra no es negociable y que
intentar evadir el pago es un pésimo negocio, advierte el guía dejando entrever
que no hay opción.
Me doy
cuenta que dos mujeres y un hombre con uniformes del servicio de aduanas de
Venezuela Seniat, permanecían atentos a los movimientos del hombre de civil;
asumo que como auditando y registrando los pagos irregulares que se han hecho.
El trabajo
sucio de la Guardia Nacional Bolivariana en este punto de la geografía
venezolana la realizan las bandas criminales y paramilitares.
la trocha
de los Pelusos
Con el caer de la tarde las carreteras de Táchira y Zulia se convierten en el escenario de un danzar inusitado de luces. El espectáculo luminoso es producido por centenares de motocicletas conocidas como las ‘moscas’, que son las encargadas de guiar los camiones cisterna de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y los demás camiones que ingresan por las trochas para vender ilegalmente gasolina y productos básicos que tienen precio controlado.
Aunque no figure en ningún mapa y los libros de geografía hablen oficialmente de siete pasos internacionales entre Venezuela y Colombia, la ‘Pika del Dos’ es extraoficialmente el cruce número 8 y es la única vía, aunque ilegal, por la que se puede ir en vehículo de un país a otro desde que el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de la frontera.
Aunque no figure en ningún mapa y los libros de geografía hablen oficialmente de siete pasos internacionales entre Venezuela y Colombia, la ‘Pika del Dos’ es extraoficialmente el cruce número 8 y es la única vía, aunque ilegal, por la que se puede ir en vehículo de un país a otro desde que el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de la frontera.
La ‘Pika del
Dos’ es una de las 57 trochas o pasos ilegales que tienen ubicadas
satelitalmente las autoridades colombianas solo en el departamento de Norte de
Santander (En total son 192 a lo largo de toda la frontera) y por allí se mueve
sin mayores obstáculos el contrabando, el tráfico de drogas, el combustible y
toda actividad que represente una economía criminal.
Ninguna
señal en la vía conduce hacia la ‘Pika del Dos’. Para encontrar el camino es
necesario tomar la carretera que del Táchira va hacia Maracaibo y solo los que
se han codeado en actividades ilegales saben exactamente donde tomar el desvío
que en 20 kilómetros lleva hasta el municipio colombiano de Tibú, Norte de
Santander, considerado la Capital del Catatumbo.
Luego de mi experiencia cruzando legalmente el puente, decido ahora cruzar otra vez al lado colombiano para comprobar como es el contrabando de gasolina y demás insumo pero esta vez por los llamados "caminos verdes", consciente del riesgo que implica entrar en una zona controlada por bandas criminales y militares venezolanos corruptos, así que sin más
excusas para estar sobre la vía que una falsa fórmula para ir del lado
colombiano a conseguir algunas medicinas, que también escasean en Venezuela,
tomo este paso ilegal con un guía que contrate pasadas las 2:00 de la tarde
sobre una motocicleta y con un sol que ambienta el camino infernal.
En el punto
de entrada, y debajo de una palma de sombra generosa, cuatro hombres en
motocicleta fungen como anfitriones en la vía. Dos de ellos conducen delante de
nosotros durante un par de kilómetros, vigilando cada movimiento a través de su
espejo retrovisor, hasta un puesto rudimentario donde ya nos esperaban unos
viejos conocidos en este recorrido por las entrañas del contrabando:
funcionarios de la Guardia Nacional de Venezuela.
-“¿Ustedes
para quién trabajan?”, fue la pregunta inicialmente del uniformado.
-“Para nadie. Vamos a Tibú a comprar una medicina urgente para una tía y a buscar una tapa lateral que se le perdió a la moto”, explicó mi guía..
-“Para nadie. Vamos a Tibú a comprar una medicina urgente para una tía y a buscar una tapa lateral que se le perdió a la moto”, explicó mi guía..
A diferencia
de los vehículos que permanecen estacionados al lado del retén, no llevamos
combustible, ni víveres, ni carne, ni cobre, ni materiales para la
construcción. Sin nada que llame la atención, el uniformado da la espalda como
cediendo el paso y se concentra en su teléfono móvil.
No
recorremos ni 20 metros cuando al otro lado del camino uno de sus compañeros de
armas parece no estar de acuerdo con lo rápida que fue la detención, nos silba
y nos hace regresar de nuevo.
-“Para dónde van por ahí”, pregunta.
-“A Tibú”.
-“¿Qué van a hacer allá?”.
-“A comprar un medicamento para una tía y la tapa de la moto”.
-“¿Ustedes ya se censaron?”.
-“Sí. Debemos estar ahí porque pasamos mucho por aquí”, respondió el guía.
El hombre se
convence con la explicación y continuamos el camino hacia Colombia, mientras
siguen llegando conductores de camionetas y vehículos para hacer religiosamente
la parada frente a una mesa vieja, con dos sillas en el frente donde se ubican
quienes llegan a ‘dialogar’ con los miembros de la Guardia Nacional.
-¿Para qué
es el censo?, le pregunté al conductor de la motocicleta. -“Por dinero. Porque
los contrabandistas deben dejar una parte del dinero ahí. Todos estos carros que vienen vacíos de
allá para acá ya fueron a dejar algo de contrabando a Tibú”, responde.
La vía
polvorienta es tan transitada como cualquier frontera internacional. Decenas de
camionetas Ford Bronco y automóviles Chevrolet Caprice, preferidos por los
contrabandistas de combustible por la capacidad que tienen de almacenar hasta
160 litros de gasolina en su tanque, van y vienen.
Camiones cisternas repletas de gasolina desfilan por esta trocha de tierra amarilla, ademas de decenas de camiones cargados con víveres,
chatarra y materiales de construcción hacia Colombia
durante el día y parte de la noche.
1.125.000 galones de gasolina pasan a través de las 192 trochas que se estiman existen en esta frontera. Es como si todos los días ingresaran a colombia 112 carrotanques de los que tiene PDVA ( la estatal de petróleo venezolana), con capacidad para 10.000 galones de gasolina.
La mayoría de esos camiones cisternas cargadas de gasolina entran por Orope, tal como pudimos tomar un video mi compañera y yo el día 21 de octubre donde se puede ver una gran cantidad de camiones yendo a la frontera custodiadas por la Guardia Nacional de Venezuela.
1.125.000 galones de gasolina pasan a través de las 192 trochas que se estiman existen en esta frontera. Es como si todos los días ingresaran a colombia 112 carrotanques de los que tiene PDVA ( la estatal de petróleo venezolana), con capacidad para 10.000 galones de gasolina.
La mayoría de esos camiones cisternas cargadas de gasolina entran por Orope, tal como pudimos tomar un video mi compañera y yo el día 21 de octubre donde se puede ver una gran cantidad de camiones yendo a la frontera custodiadas por la Guardia Nacional de Venezuela.
De acuerdo
con mi guía, en esta trocha “hasta el aviso en el que se lee ‘Bienvenidos a
Colombia’ es falso. “Aquí estamos todavía en Venezuela. Lo que pasa es que si
se paran con todos estos negocios ilegales en el lado colombiano los coge el
Ejército o la Policía colombiana y los jode. Pero ellos saben que hasta aquí no van a
llegar las tropas colombianas y pueden estar seguros bajo la protección de la
Guardia Nacional venezolana”, asegura
Unos 300
metros más adelante, al lado izquierdo de la vía, aparece un improvisado puesto
de control que según los avisos hace parte de un consejo comunal, aunque los
conductores aseguran que nadie instala un rancho en la 'Pika del Dos' sin el
visto bueno de las bandas criminales y la Guardia nacional. Una mujer sale al
escuchar el ruido de la motocicleta y nos cobra dos mil pesos o cuatro mil
bolívares por cada uno.
Desbordada la
corrupción
Todo lo que
ocurre con la Fuerza Armada y la Policía en Venezuela es con la anuencia del
Gobierno. Tanto la Guardia Nacional como el Ejército se reparten las ganancias
en la frontera.
El
narcotráfico es el negocio de la Guardia Nacional y lo que tiene que ver con el contrabando de
víveres y otros productos le corresponde al Ejército; los jefes de las unidades
de esas regiones fronterizas ponen unos cupos a los hombres que encargan del
control fronterizo y esos cupos se pagan de acuerdo a lo que ellos cobran por
dejar pasar contrabando o drogas.
No hay mayor
premio para un miembro de la Guardia Nacional que ser destacado en la frontera
con Colombia. Allí es donde se hacen dinero… muchos jóvenes oficiales y altos mandos militares se han hecho
millonarios en esta frontera.
En realidad
ellos los militares van a la frontera no para cuidar la territorialidad de Venezuela,
sino a hacer dinero; y entre otras cosas porque es la única parte de del pais
donde puedes actuar de esa manera.
La Guardia Nacional Venezolana es el componente militar que hace presencia en la frontera y han logrado una especie de convivencia con la guerrilla de las Farc y del ELN. Aunque hay mayor relación de los efectivos militares con los grupos paramilitares que son los que controlan el contrabando de combustible y de alimentos en la frontera.
Es una estructura en la que se da, por una ruta estatal, el tráfico de drogas, de gasolina, alimentos y minerales que se compartimentan tres cuerpos armados: La Fuerza Armada Nacional, la guerrilla y los paramilitares
Gran parte del pastel del combustible que pasa por los departamentos de Norte de Santander, Cesar y La Guajira se lo lleva la guerrilla del ELN, que opera en la frontera junto con el ejército venezolano.

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